Mará Ponce construyó una casa con
botellas plásticas a los 78 años. Se convirtió en un hogar encantado
por su dueña, ingeniosamente construido. Es un nuevo foco de admiración
en una de las regiones más pobres de El salvador.
Doña María, a diario y desde muy
temprano, abre las pequeñas puertas de tablas de madera pintadas de
color azul de su pequeña casa que construyó sobre la transitada
carretera El Litoral en el cantón El Borbollón, en el departamento de
San Miguel (125 km al este de San Salvador), desde donde es visible a
todos los automovilistas.
“Bienvenidos a mi casita que es la
casita encantada”, dice con una sonrisa que la lleva siempre a flor de
labios, como señal inequívoca de su orgullo por la humilde pero bien
adornada y nada común casa de no más de diez metros cuadrados.
Las paredes de la curiosa “casita
encantada”, como reza un letrero que la mujer colgó a la entrada del
hogar que construyó hace cuatro años, están hechas totalmente de
pequeñas botellas plásticas.
El techo construido con las mismas botellas está revestido de lámina de zinc “para evitar que se cuele el agua lluvia”.
Las botellas para que se mantengan en su lugar fueron ensartadas en delgadas varas de bambú enterradas en el piso.
El piso de la casa, en cuyo interior la
anciana únicamente guarda una mesa con dos floreros y una hamaca para
dormir, está tapizado con incontables tapas plásticas o de lata de las
botellas y cada una de ellas ha sido pacientemente pintada a mano por la
mujer que gusta de cocinar quesadillas (un pan dulce hecho con queso)
en pequeños hornos de cemento y tierra.
“Conseguir
los materiales para la casita me llevó un mes y medio pues tenía que
andar recogiendo las botellas, y ya la construcción de la casa me llevó
tres meses, todos los días desde que salía el sol y hasta que era noche trabajaba yo solita, pero me siento orgullosa porque no tenía una casita y hoy hasta me la admiran”, narró doña María a la AFP .
“Mucha gente me visita, la gente se
baja de los carros y yo los invitó a que conozcan mi casita encantada y
les gusta, y cuando se van me dejan algún dinerito para que le de
mantenimiento a la casita que es pequeña, pero es mi refugio de paz”,
sostuvo María, que perdió su casa de paredes de barro y tierra en 2001,
cuando el país fue sacudido por dos terremotos.
la casita encantada de doña Maria
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